Alegre
Quítate esa mascar, tú y yo
sabemos que eres una falsa, guárdate tu sonrisa de hipócrita, y tus halagos
llenos de envidia. Por ultimo deja de mentirte a ti misma. Vives en una falacia
y crees que nadie lo nota. Eres una pobre desgracia, que ha escalado a costa
de lo demás, engañando para sobrevivir. Elegiste el método fácil y el más vil.
Tú inocencia se perdió, desde
el día que descubriste la realidad de la que vivías ajena. Te quebraste como
una muñeca de porcelana después de ser desechada por tener un pequeño desliz,
nadie se apiado de ti y te volviste retorcida como la hierba seca cuando se
quema.
Tus lamentos no fueron escuchados y quedaste vacía.
Buscaste de manera apresurada, una forma de salir de aquel abismo en el que habías terminado, tomando así una
decisión que te sacaría de ahí pero que te seguiría hundiendo el alma. La fama
no te sirvió de nada, las joyas solo adornan tu piel manchada de marcas impuras
dejadas por hombres de una sola noche, el alcohol no solo ahoga tus penas si no
que también te mata lentamente, las drogas no solo te hacen olvidar y te dan
felicidad momentánea sino que te dejan secuelas irremediables, el dinero compra
todo hasta el amor, el amor vacío.
El maquillaje tapa tus
imperfecciones, pero no dura para siempre. Mírate, mírame, somos lo mismo tú y
yo compartimos algo en común. ¿Acaso no te has dado cuenta? Yo soy tú y tú
eres yo. Quien más que tú misma para restregar en cara tus verdades. —¿¡Estoy loca, estás loca,
estamos locas!?—Mis gritos retumba por el cuarto mientras jalo mis cabellos,
tabaleando de un lugar otro.
Todo da vueltas, vueltas y más vueltas, escucho
cosa caerse, escucho risas, se burlan de mí, de mí desgracia– ¡Malditos sean
todos!—Mi garganta arde de tanto gritar mis pierna flaquean, pierdo el
equilibrio y caigo en la alfombra junto a una copa de vino rota que riega aquel
esposo líquido que mancha mi vestido blanco.
Lloro y rio como desquiciada,
estoy perdida, arruinada, estoy rota. Nadie me salva, nadie viene a
mí, no le importo a nadie.
¿Qué hago? ¿Quién soy? —¿Dónde
estoy? ¿Qué me paso?—¿Por qué el lugar está destruido?
Me paro y veo la habitación,
vino regado por todo el piso, el espejo roto, fotos trituradas y hechas bolas—¿Qué hecho?—Me
paro lentamente, dirijo mi mirada hacia la puerta llena de rasguños, me acerco
a ella a paso corto. La visión se torna borrosa. La puerta está cerca.
Apunto tocar el pomo, mis
piernas se debilitan. Logro rozar mi dedos por la fría perilla, pero no puedo
más me duele la cabeza, cierro los ojos y todo se vuelve negro.Murmullos distantes hacen eco
en mi cabeza el dolor se va y abro mis ojos, el cuarto es diferente, es blanco
como el vestido.
—¿¡El vestido!?—Miro hacia mi
cuerpo, no hay vestido solo una bata de color azul con una macha morada, se ve
húmeda aun, pongo mi dedo en ella y luego lo llevo a mi nariz, huele bien.
Ahora lo llevo a mi boca, sabe bien, con mi dedo aun en mis boca, miro hacia
mis pies encontrándome con el piso, este tiene regado jugo de arándano, el
mismo jugo que ha manchado mi bata—¿Bata?... ¿Donde?—.
—¿! Dónde está mi vestido ¡?—Comienzo
a gritar mientras, me dirijo a la puerta, pateo y golpeo la misma. A caso
nadie me escucha. Comienzo a gritar más fuerte.
Al fin alguien habla desde el
otro lado—Señora Carry, soy la enfermera he venido con el doctor Robín —¿Quién
es Robín? ¿Enfermera?—Me alejo de la puerta mientras me hago esas
preguntas—Vamos a entrar.
La puerta se abre dejando
expuesta a una joven morena y ha su lado a un hombre alto caucásico. —Buenas tardes Sr Carry, creo
que le volvió a dar una crisis—Dijo el hombre mientras se paseaba por mi
cuarto, a su vez la enfermera me miraba con dulzura y acercaba a mí con calma.
Tengo miedo ¿Quiénes son? ¿Dónde estoy?.
—¡Aléjense!, ALÉJENSE—Grite
desesperada mientras salía corriendo empujando a la “enfermera” lejos de mí.
Corrí en una sola dirección,
escuchaba los gritos de ayuda de otra personas, pero no las podía salvar, tenía
que salir, tenía que irme yo sola, no había tiempo de salvar a mas nadie corrí,
corrí con todas mis fuerza. La salida está a pocos metros de distancia, seré
libre. Libre.
Al fin libre, el viento
soplaba y movía mis cabellos, mi vestido blanco había vuelto. Los pájaros
cantaban, el aroma a lavanda era perfecto, todo estaba en paz. Di vueltas y vueltas hasta
marearme y comencé a reír, estoy tan feliz. Me tiro al césped, pero nunca
caigo en él. ¿Por qué todo se vuelve negro?—¡No!... NO—Grito mientras caigo y
abro mis ojos, no quería terminar así.
Qué horror, que ridiculez,
pobre mujer, que lamentable fue su vida, adicta a la drogas, esquizofrénica,
con un inicio de psicosis, bipolar, sufría trastorno de múltiple personalidad y
paranoia. Esto era de lo que padecía la Señora Carry una mujer de 30 años, que
por la depresión y la soledad toco fondo y comenzó a volverse loca. Termino en
un psiquiátrico donde la intentaba rehabilitar con un doctor y una enfermera
que tenían fé en ella. Pero lamentablemente su fé no sirvió de nada y Carry término
lanzándose por las escaleras mientras reía de felicidad, tal vez alucinaba con
algo, algo que la hacía ser feliz. Al menos murió alegre.
Escrito por: Daniela Moreira.
Sumamente intrigante y magnífico.
ResponderEliminar