Aquel Retrato.
Me despierto en la madrugada, la voces aclaman por que continué con aquel retrato, me susurran que lo termine, me empujan hacia aquel salón lleno de cuadros, lienzos, y borradores hechos trizas, menos uno. Ese cuadro en específico, hacía que temblara y dudara de que yo fuera el creador de semejante obra. Si lo veía fijamente sentía como el retrato cobraba vida, como intentaba salir de aquel caballete, a veces oía un sonido burbujeante proveniente de el, cuando lo tocaba, ardía era como tocar metal caliente. No puedo terminar eso, siento que si lo hago saldrá finalmente y comenzara a perseguirme por toda la casa, hasta acabar conmigo, pero las voces, esa energía imperceptible pero tan densa, es peor que el propio cuadro. Las voces me persiguen, me hablan, me gritan, me aclaman, a que lo termine. Es tan hostigante, ni porque me vaya lejos de casa, o me lance a un lago congelado, las voces no se callan, no me dejan. Ellas solo quieren que termine de hacer ese cuadro. Y hoy será el ...